El niño que voló en un colibrí
La primera vez que tuvo ese sueño quedó fascinado. Soñó que estando en la azotea de su casa empezaba a encogerse y encogerse hasta lograr un tamaño de alrededor de 2 o 3 centímetros. Se dispuso a explorar su azotea, sorprendido por todas las cosas que en ella había y que por su tamaño nunca las había visto; y, de pronto, llegaba un colibrí, se acercaba a él y lo invitaba a volar por la ciudad. Visitaban muchos lugares conocidos, bebían del néctar de muchas flores, se quedaban en algún cable de luz por un rato a observar a la gente que pasaba distraídamente sin verlos (excepto por un señor que pasó y les dijo "hola amiguitos"), y por último, al atardecer, regresaban a la azotea y volvía a su tamaño natural.
Ese sueño se fue haciendo recurrente, algunas veces en lugar de empequeñecerse llegaba un colibrí que comenzaba a crecer y crecer hasta que podía montarlo y viajar con él. En este sueño se divertía asustando a la gente con el colibrí gigante, pero no podían encontrar flores que pudieran satisfacer el apetito del colibrí por lo que el viaje era muy corto.
En ocasiones viajaban por mucho tiempo y llegaban a lugares que él nunca había visto y probaban nuevas flores.
Otras veces soñaba que en su viaje se encontraban con un torbellino y aunque alcanzaban a huír de él veían con tristeza como se llevaba a un pequeño pajarito que pasaba por ahí.
Y así, en sus sueños, tenía muchas aventuras con su amigo el colibrí.
Un día que estaba despierto en la azotea de su casa se dio cuenta que estaba empezando a encogerse y llegó su amigo el colibrí a pasear con él.
Desgraciadamente, ya no era aquel niño que volaba en sus sueños en el colibrí. Habían pasado los años y se había convertido en un drogadicto que subia a drogarse a la azotea de su casa y el colibrí no llegó realmente a su lado, simplemente se acercó a la cornisa y soñó que volaba.
(Cuento inédito, Agosto 2006)
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