Guardando cosas
Bueno, la decisión estaba tomada. Ella se iría y el se quedaría esperando por si después de su largo viaje y después de haber encontrado lo que estaba buscando deseaba volver a su lado.
Le dio un largo beso de despedida, derramó una lágrima, otra mas, de nuevo otra hasta que decidió no contarlas y dejar que fluyeran en libertad. Ella salió por la puerta con un adiós en un murmullo. La vió subirse al coche, mirar hacia atrás para poder salir en reversa y alejarse de la casa que en un tiempo albergó sus alegrías, sus ilusiones y su amor.
El sintió como su corazón lo había abandonado persiguiendo el carro azul. Hasta que, de pronto, quizá cansado de caminar, regresó a su cuerpo con un súbito dolor.
La casa comenzó a cambiar, a sentirse diferente, a perder color y ganar oscuridad, a perder alegría y ganar tristeza.
Cerró los ojos y decidió poner manos a la obra. Subió al "cerebrático", y comenzó a guardar todos los recuerdos en cajas de cristal. Uno a uno los iba revisando, los iba reviviendo y los guardaba con mucho cuidado. Una vez que hizo eso con todos los recuerdos se dirigió a la "recámaracuerpo" y guardó las sensaciones que ella le había dejado, las caricias, los roces, las fricciones, los golpes, etc. Pasó mucho tiempo haciendo eso, quizá porque trataba de recordar en que momento se había creado cada sensación o quizá porque había muchas. Quizá porque trataba de revivirlas o quizá porque trataba de limpiarlas teporalmente para que no quedaran como manchas.
Se puso a divagar y minutos después recordó que todavía le faltaba mucho por hacer. Se dirigió a la "cocinariz" a guardar los aromas que allí se fueron cocinando en el tiempo que ella estuvo ahí. Los guardaba en frascos de distintos tamaños y los iba etiquetando para poder encontrarlos fácilmente. También buscaba en las recetas a ver si encontraba la forma de volver a cocinarlos por si con el tiempo se le olvidaban o se evaporaban de los frascos. Algunos eran sencillos de preparar, bastaba poner el cuerpo de ella a altas temperaturas y revolver poco a poco. Otros, sin embargo, no tenían receta; el olor a "ella" por ejemplo, decía que se agregaran unas gotas de su perfume, un poco de su sudor, unos trozos de su piel, una puñado de su comida preferida, una cucharada de sus sinsabores, pero el bien sabía que no le quedaría del mismo olor.
Decidió que había guardado los más importantes y que había catalogado correctamente las recetas así que dejó la "cocinariz" y pasó al "bocamedor". Ahí estuvo por más tiempo porque había muchos sabores que guardar, y algunos de ellos eran muy díficiles de catalogar. Podría decirse que no eran dulces pero no eran amargos. Que no eran fuertes pero dejaban su sabor por mucho tiempo. Que eran fuertes y penetrantes pero efímeros. Cuando creyó haber terminado dio otra revisada y se encontró con que no había guardado los besos. Esa fue una tarea titánica dada la cantidad y la variedad que había ido guardando en ese tiempo. Había de muchos tipos. Decidió guardarlos por tamaño, pero había algunos que no cabían en las cajas que tenía. Decidió apilarlos en un rincón pero parecía que no se querían quedar quietos. Decidió ponerlos en una bolsa pero algunos la rasgaban al pasar. Así siguió hasta que encontró que podía usar todos los métodos solamente decidiendo bien que lugar era el mejor para cada tipo.
Estaba agotado, pero tenía que continuar. Se dirigió a la "oídoestancia" y se dispuso a guardar lo que había amontonado ahí. Revisando se encontró con que los sonidos estaban regados por toda la casa, así que fue pescándolos cual mariposas y guardándolos uno a uno. Sus carcajadas en el cine, sus gemidos, sus risitas de maldad, sus teamos, sus teextraños, sus súplicas, sus regaños y todo lo que fue encontrando.
Siguió con las "ventanojos". Había muchas imágenes que guardar y después borrar. Su sonrisa, esa sonrisa que tanto le gustaba. Estaba impregnada en los cristales y después de despegarla delicadamente la guardó en un joyero con música. Siguió con sus ojos, su cuerpo desnudo, sus senos, sus nalgas, su pubis, su cara de asombro, su cara de tristeza, su cara de alegría, su cara de preocupación, su cara de melancolía, su cara de maldad, su cara después de un orgasmo, etc, etc, etc. Después de eso limpió dedicadamente las ventanas, aunque sabía que en ocasiones, a contraluz iba a alcanzar a distinguir algunas imágenes.
En todos los lugares había distintas cosas regadas y las fue guardando y catalogando. Llenaba y revisaba el inventario con cada cosa nueva que encontraba hasta que el inventario creció y creció, tanto que decidió dejar de hacerlo.
Bajó al "corazóntano" a ver que había ahí. Ese fue el lugar más difícil de empacar. Había tantas cosas que no sabía por donde empezar. Empezó guardando los reproches en cajas que flejó y decidió tirar. Siguió con los sentimientos nunca expresados, estos los dejó arriba de todas las cajas para poder sacarlos fácilmente si se daba la oportunidad. Fue por más cajas con pedazos de unicel para las alegrías. Guardó las tristezas y las trató de esconder pero seguían saliendo. Y así continuó por horas y horas.
Estaba exhausto, pero todavía le faltaba algo por guardar. Fue a buscar una caja grande pero no encontró ninguna lo suficientemente grande para guardar el amor por ella. Decidió cortarlo en partes para poder guardarlo. Guardó la mayor parte, pero se dió cuenta que al cortarlo quedaron esquirlas que se impregnaron en el piso y no podía sacarlas de ahí. Sabía que se iban a quedar ahí recordándola y quizá doliéndole. Aún cuando lo cortó en pedazos la caja quedó abultada y tuvo que sentarse en ella para poder cerrarla.
Por fin había terminado. Apiló todas las cajas en el desván. Sabía que no pudo guardar todo y que en todos lados iba a encontrar cosas que le recordaran a ella. Pero hizo su mejor esfuerzo.
También sabía que si ella regresaba de su viaje y decidía volver a su lado podría sacar todo para tratar de que encontrara la casa tal como la conocía o podrían empezar a decorarla nuevamente.
Se puso a pensar en el futuro, a pensar en nuevos adornos, a ver si las inclemencias del tiempo no podrían hacerle daño a la casa. Y decidió que no era momento para preocuparse por eso. Dió una última revisada a las cajas que había apilado y cerró la puerta del desván.
(Cuento inédito, Julio 2006)
Agradezco enormemente a RS que haya acuñado la palabra "Cerebrático" hace ya varios años y que me haya permitido usarla.
1 Comments:
cada que leo este escrito lloro.
Esta bien triste buaaaaaaaa
besotes amorsotee
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