Wednesday, September 20, 2006

Cenizas

Era el amanecer en altamar. Ese momento mágico en que gracias a la salida del sol se puede percibir en el horizonte como el cielo y el mar se separan y dejan de ser uno solo; ese momento en que se puede observar como termina el abrazo nocturno entre ellos.

Se acercó a la proa de la pequeña embarcación. El frío le calaba los huesos a pesar del grueso abrigo que traía puesto. Esperó unos minutos más a que el sol se elevara un poco más. Había terminado de amanecer y tomó la caja que tenía a su lado. La apretó con fuerza hacia él y dejó que los recuerdos fluyeran, recuerdos tristes y recuerdos felices, aventuras y desventuras que pasaron juntos. Tantos años.

Se conocieron a muy corta edad, alrededor de los 2 o 3 años, en realidad ninguno de los dos lo podía recordarlo exactamente. Curiosamente, habían nacido el mismo día, con algunas horas de diferencia. Desde que se conocieron se hicieron grandes amigos. Se comprendían y se cuidaban, se defendían y se enseñaban, se consolaban y se reían, se regañaban y se reñían, en fin, hacían todo lo que se puede hacer con los grandes amigos. En ocasiones uno de ellos no estaba de acuerdo con el proceder del otro, y eso ocasionaba que se ignoraran por algún tiempo, a veces se dejaban de hablar y otras veces se distanciaban, pero cuando algo le salía mal a alguno de los dos era seguro que ahí estaría el otro para ayudarlo.

Todavía no comprendía como es que había muerto. Se habían distanciado ya que tenían mucho trabajo y responsabilidades. Un día que quizo hablar con él para contarle los problemas por los que estaba pasando lo escuchó muy distante, inmediatamente salió a buscarlo. Lo encontró en una esquina, agonizante. Le preguntó lo que había pasado pero no pudo obtener nada en claro. Lo apretó contra su pecho como en este momento apretaba la caja y sintió como partió.

Tal como se prometieron en la infancia, se llevó su cuerpo y lo quemó. Juntó las cenizas y las guardó en una caja y partió al mar.

Levantó la caja lentamente, con las manos ateridas movió el pestillo de la caja y tomó un poco de las cenizas en su mano. Fue dejando que las cenizas que tenía en su mano cayeran lentamente al mar. Observó el resto de las cenizas de la caja y por un momento pudo ver el rostro de su amigo entre ellas. Quizá fue una mala jugada del viento o quizá su amigo le estaba diciendo que siempre estaría con él.

Giró la caja y dejó que el resto de las cenizas cayeran al mar. Lanzó una plegaria al viento y cerró la caja.

Tomó el timón y emprendió el camino de regreso a casa. Mirando el inmenso mar solamente pensaba:

- "Gracias amigo, gracias por toda una vida a mi lado"

El sol seguía subiendo y un gran pez pasó junto a la embarcación. El viento siguió soplando y todo siguió su curso.

(Cuento inédito, Septiembre 2006)

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