Tuesday, August 22, 2006

Máscaras (I)

Era una tarde nublada, casi tan nublada como mis pensamientos y mi corazón. Cuando me siento de esa forma, unos de mis escapes es el salir a caminar, a veces para terminar en alguna tienda o centro comercial y otras veces para vagar sin rumbo. Decidí ir al centro de la ciudad a pasear por sus calles, a sentir el aroma del adoquín con las primeras gotas de lluvia.

Empecé a caminar por la plaza principal, con aquella fuente llena de agua con algunos tintes de verde, un poco más densa que el agua normal por todas las partículas que se han fundido con ella. Ese día como tantos otros los chorros de la fuente se encontraban apagados, y solamente se veían algunos niños jugando con el agua sin preocuparse por todas las enfermedades que podían adquirir. La gente iba y venía en todas direcciones; gente joven y gente vieja; gente linda y gente fea; gente con bolsas de cosas recién compradas y gente con aquellas cosas viejas que siempre cargaban. En fin, nunca terminaría de describir la gran variedad de gente que había alrededor.

Continué caminando, dejando la plaza principal atrás, con las palabras del predicador a mis espaldas

"Arrepiéntanse, el final se acerca... muerte .... cambiará .... apocalipsis .... hijos .... sangre .... .... ...."

Di vuelta en la esquina y pasé por debajo de los arcos, el aroma de toda la comida que vendían empezó a llenar mis pulmones. Algunos aromas me dieron naúseas y otros tantos me abrieron el apetito, pero no estaba de humor para comer algo en ese momento. Crucé la calle principal y pasé por la plaza donde se encontraba el kiosko. Ese día no había músicos ensayando, solamente niños persiguiendo palomas, padres persiguiendo a sus hijos y viejos sentados en las bancas porque a su edad ya no podían perseguir a nadie.

Seguí mi camino sin rumbo fijo, sumido en mis pensamientos y levantando la cabeza solo de vez en cuando para reconocer en donde me encontraba y para donde me gustaría seguir caminando. Unas gotas de lluvia empezaron a caer y el olor a tierra mojada comenzó a inundar el ambiente. Las gotas se iban haciendo más y más gruesas y comenzaban a calar en mi ropa. La gente corría en todas direcciones para buscar un lugar donde protegerse de la lluvia mientras yo seguía mi camino. Tan pronto como había llegado la lluvia se detuvo y salió un fuerte que empezaba a ocultarse avisando que la noche estaba cerca.

Poco a poco el sol fue secando mi ropa y conforme se evaporaban las gotas de lluvia de las calles mi ánimo se iba haciendo menos sombrío.

Seguí caminando, pero ahora ponía un poco más de atención a los detalles a mi alrededor. Las palomas que tomaban agua de los charcos, las manchas que la lluvia había dejado en las paredes de las casas y edificios viejos, las hojas de los árboles moviéndose lentamente, etc. Pasé junto a la plaza que está detrás de la vieja iglesia y seguí por una de las calles perpendiculares. Pasé junto a una cantina de donde salía un olor a alcohol mezclado con un poco de diversión. Caminé unos pasos más y me llamó la atención una vitrina donde se encontraban varias máscaras con un letrero que decía "Venta de Máscaras".

Me acerqué a la tienda y percibí el aroma a libros viejos. Ese aroma que siempre me reconforta y me pone a pensar que si la historia tuviera un olor, sería ese. Eché un rápido vistazo al interior de la tienda, asombrado por la gran cantidad de libros viejos, máscaras y velas. La tienda no contaba con otra iluminación más que la proporcionada por las velas acomodadas en varias mesitas alrededor de la tienda. Había varios libreros y algunas máscaras colgadas de las paredes.

Después de darme una vaga idea de como era la tienda me acerqué más a la vitrina y empecé a observar las máscaras que ahí se encontraban. Había máscaras de distintos tamaños y texturas, de colores diversos y variadas formas. Algunas parecían ser muy viejas y se podía notar la reciente confección en otras. Algunas tenían algún detalle que evidenciaba algún maltrato o algún golpe.

Con un poco de música a mi alrededor me hubiera sentido transportado a un baile de máscaras como los que salen en las películas. Pero la calle estaba en silencio.

La mayoría de las máscaras, sobre todo las más viejas, tenían detalles que llamaban la atención, pero eran tantas que no podía fijar mi vista por mucho tiempo en alguna porque podría perder detalles de la que se encontraba a su izquierda o a su derecha, arriba o abajo.

En la esquina superior derecha vi una máscara que parecía ser muy antigua. De acuerdo a mis vagos recuerdos de la época prehispánica me pareció que era una máscara de aquellos tiempos, usada por algún guerrero en una cruenta batalla. La observé con gran detenimiento tratando de percibir cada detalle.

Era una máscara hecha de barro, parecía realmente vieja y roída por el tiempo. Parecía una especie de hombre ave, con unos ojos redondos, y una nariz larga y afilada que podía confundirse con un pico. La boca casi imperceptible, un poco por el paso del tiempo y un poco porque fue tallada muy superficialmente. Tenía talladas algunas arrugas por toda la cara, quizá querían decir algo o quizá trataron de simular una especie de arrugas o plumaje.

Un ruido a mi espalda provocó que dejara de observar los detalles de la máscara. Pude observar que el sol ya se había ocultado y que la noche cubría los edificios. Un señor de alrededor de 60 años se acercó a mí y caí en cuenta que llevaba mucho tiempo observando las máscaras.

Era un señor bajito, con poco cabello y el que tenía era completamente blanco. Usaba unas gafas pequeñas con lentes redondos. Varias arrugas y su lento caminar hacían ver que en realidad ya estaba cercano a cumplir 70 años. Me invitó a pasar mientras sacaba la máscara que había estado observando y la depositaba en mis manos.

Pude sentir el peso de los años caer sobre mis manos. Sentía que si apretaba con fuerza lograría que la máscara se desmoronara.

Continuará...

(Cuento inédito, Agosto 2006)

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