Vida
El monitor mostraba actividad, la vida no se había extinguido por completo en su corazón. Se escuchaba un ligero latido y un bip bip del monitor cardiaco. Los doctores llegaron apresurados. Por fin tenían el corazón que habían estado esperando. Un joven había sufrido un accidente automovilístico y llegó al hospital a punto de morir.
Llegó el enfermero de la habitación contigua, con una hielera roja con blanco y varias bolsas de sangre. Los doctores desconectaron el monitor cardiaco y abrieron su pecho cuidadosamente. Sacaron el corazón marchito y moribundo y pudieron observar el último latido. Sacaron el corazón del joven de la hielera y lo pusieron en la cavidad en la que segundos antes estaba el otro corazón. El corazón empezó a latir con fuerza en el cuerpo cansado. Cerraron el pecho y conectaron nuevamente el monitor cardiaco.
60 latidos por minuto, 80 latidos por minuto, 100 latidos por minuto, 120 latidos por minuto, 140 latidos por minuto. Un silencio prolongado y un bip continuo.
Los doctores se miraron unos a otros. No se explicaban que había pasado, era un corazón sano, del mismo tipo sanguíneo que el receptor. Todo debió haber funcionado correctamente.
El jefe de doctores dictaminó:
- Hora de muerte, 22:30.
La autopsia reveló que el cuerpo del receptor había rechazado el corazón del donante sin causa aparente. Clínicamente no había ninguna razón para ese rechazo, pero el cuerpo no entiende de cosas clínicas. Dejó de sentir el dolor del otro corazón, dejó de percibir las heridas que le habían causado a ese corazón marchito, dejó de sufrir los años de llantos y desamores, así que decidió, después de tanto sentir, que al dejar de sentir, había muerto.
(Cuento inédito, Octubre 2006)
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