Amor
Llevaban mucho tiempo de conocerse, más de una década quizá. A pesar de las circunstancias se hicieron amigos y trataban de estar al pendiente uno del otro.
Platicaban, se divertían, compartían gustos, compartían penas, trataban de curarse las cicatrices que las espinas de la vida les iban dejando, crecían. A veces se separaban por algún tiempo pero a pesar de eso sabían que al volver a verse esa distancia se olvidaría.
Pasaban las estaciones y el cariño entre ellos crecía pero ninguno se atrevía a confesárselo al otro.
Una noche tranquila y callada, cuando todos dormían y la luna los iluminaba él la miró y le dijo:
- Llevo mucho tiempo pensando esto, aunque nunca antes me había atrevido a confesártelo. Sé que hay muchas razones por las que esto es imposible, pero también sé que quiero que lo sepas. Te amo.
Ella sonrió y le dijo que sentía lo mismo. Se abrazaron fuertemente y así estuvieron algunos minutos.
Finalmente se separaron y él habló:
- Escápate conmigo, no dejemos que lo que nos rodea evite que nos amemos, no dejemos que nada nos detenga, que nada nos separe. Hagamos nuestra vida en algún lugar nuevo, en un ambiente nuevo.
Se tomaron de la mano y trataron de caminar pero no pudieron hacerlo. Nuevamente, con más fuerza, pero no obtuvieron resultados.
Ella era un hermoso rosal y el un cactus grande y tosco. No tuvieron más remedio que disfrutar el tiempo que podían estar juntos en el vivero hasta que se marchitaron.
A veces el amor te hace creer que eres capaz de hacer más de lo que tu naturaleza te permite.
(Cuento inédito, Abril 2008)