Realmente nunca fue una persona musical. en su niñez, cada vez que intentaba hacer algo de música, recibía una reprimenda o mínimo una mala cara, ya fuera con un tamborcito de los que girabas con las manos como si estuvieras batiendo un chocolate caliente, con un órgano de juguete que solamente tenía instrucciones para tocar "dominique" o con un pianito de "push buttons" que construyó durante sus primeras clases de electrónica.
En su adolescencia dejó de lado sus aspiraciones musicales y se concentró a la parte ingenieril que sabía que se le daba y donde no recibía comentarios negativos.
Pero, aún cuando había dejado olvidada esa parte, siempre sintió (aún cuando suene a cliché) que todavía tenía música dentro de él.
Un día, al calor de las copas, decidió que era momento de dejar salir esa música que guardaba. Tomó su ipad, abrió el GarageBand y comenzó a componer su música. Un poco de batería con ritmos suaves, un violín que parecía a punto de desgarrar sus cuerdas, un cuarteto de violoncelos que agregaban un toque melancólico, Una guitarra stratocaster con sonidos un poco más pesados y, como toque final, un órgano que marcaba el ritmo y daba concordancia al resto de los sonidos.
Una vez terminada, la escuchó por primera vez y, a pesar de no haber quedado conforme, solamente le hizo unas modificaciones leves en algunas notas. Siguió escuchándola y quedó complacido con el resultado.
El resultado final, una sinfonía (obviamente fuera de los cánones de lo que una sinfonía comprende) de 3.66 minutos, que hasta dónde él tuvo conocimiento, nadie más escuchó.
(Cuento inédito, Enero 2016)